lunes, 2 de febrero de 2009

"Yo ya no soy yo, por lo menos no soy el mismo yo interior"

Una frase un poco ostentosa, ¿no? sólo le puede quedar bien a alguien que vivió una verdadera revolución productiva... aunque me pregunto si en realidad no nos pasa a todos... con más o menos resultados...
Cuando pienso en mi esencia (y prometo aflojar con la filosofía amateur en breve) a veces me veo igual que hace 10 años, con ciertas actitudes iguales frente a determinadas situaciones (¿qué es nuestra esencia? ¿la actitud frente a la vida, cómo nos relacionamos con las personas, lo que nos gusta hacer? pregunto como para consensuar y explicar a qué me refiero... sí, explico preguntando, cualquiera, ¿no?) y me alegro y me lleno de luz cuando noto las diferencias, el crecimiento, el desenvolvimiento, las enseñanzas que dejaron los palos recibidos. Pero me entristezco tanto cuando me doy cuenta que refloto errores, cuando no dejo llevarme por la corriente del río, cuando se me nubla la vista al completar la frase: "Lo que quiero hacer es:", cuando no soy la mujer decidida que quisiera ser...

(Como no se me ocurre un final "feliz" para la entrada puesto que no tengo conclusiones - ni decisiones, dejo esta música para... escuchar)


3 comentarios:

en blanco dijo...

Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro triste día tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en la que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme esa alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debía ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos
MARCEL PROUST

Luciérnaga dijo...

Wow... qué maravilla comparar sabores con el amor! Y da una ilusión de que pensar mucho al respecto... puede no llevarnos a nada, como que tenemos que disfrutar esos momentos, esos sabores únicos, y así ir construyendo... para que al mirar atrás (o arriba, o abajo) vayamos viendo que tiene sentido lo vivido...

N dijo...

Entro aca de casualidad (o causalidad.. alguna vez me dijeron q nada es casual..) gracias a nuestro compañero de vida el google y leo tu entrada.. y resulta q me siento muy identificado con lo q escribis.. me encuentro en una etapa en donde la filosofia amateur esta invadiendo mis momentos de reflexion... y estos texto me ayudan a hacerlo.. siempre es satisfactorio y confortante conocer gente q a uno le gusta su manera de pensar y escribir.

Te mando un beso y pese a q este comentario se refiere a un post escrito en el verano.. espero q lo leas.
Adios