viernes, 18 de abril de 2014

Memorias de una joven formal

Ya me conté algunas canas, los pantalones ya no me quedan como antes, ya dejé de fumar, ya tengo mi vino favorito, ya no me acomplejan mis grandes defectos (aunque me sigo agachando para las fotos), ya no tengo ganas de escribirle al pasado para actualizarle.

jueves, 17 de abril de 2014

domingo, 11 de diciembre de 2011

(1) Mensaje no enviado

El atardecer de vos
son todas estas sombras largas
que no terminan de irse
pero que saben, humildes,
que ya viene la noche
y si bien todo será sombra
será otro astro el que brille.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Pronto en su librería amiga

Y en eso me di cuenta que durante gran parte de mi vida las cosas emocionalmente importantes me fueron escritas y no dichas (bueno, la exageración es poética). Sin ir más lejos, fui una niña que escribía cartas para mis amigas al volver del colegio para dárselas al día siguiente con respuesta inmediata, prometiéndonos amistad para toda la vida, ese desear inocente de no cambiar, no cambiar para seguir queriendo a la otra persona de la misma forma todos los días y para siempre, mientras tampoco cambiase. Fui una prepúber que tuvo acceso a internet, que así como también me prometía ese no cambiar nunca con una amiga en Malasia, me enteraba prematuramente y sin guía qué era el sexo oral, de manera escrita. Fui una adolescente que vivió e-mails de debates familiares que no podían ser enfrentados en el living de mi casa cara a cara pero sí de una PC en planta baja a otra en el primer piso y que creía que comunicación era escribirle a mi primer novio a modo Twitter/Foursquare qué estaba haciendo, a dónde iba, con quiénes estaba, todo el tiempo. Pero lo que sentía, lo que verdaderamente sentía, había quedado en un mundo fantasioso de "cartas para siempre", de palabras no dichas atascadas en el medio del cerebro traducidas a pausas en mi labia, lo que hace que hoy cometa el error de autodiagnosticarme y llamarme “verbopáusica”. Que empiezo hoy concientemente la búsqueda de la solución, escribiendo.

lunes, 31 de enero de 2011

Lluvia y soledad ya no son lluvia y soledad

Los truenos ¿oís los truenos?
Aquí están estrepitosos
pero por primera vez
llueve
y es allá afuera
no aquí, adentro mío digo.

Las gotas ¿sentís cómo golpean
una tras otra contra el vidrio?
allí golpean
ya no derrumban
ni corroen mi corazón.

La lluvia pasa de ser algo terrible
a convertirse en música de fondo.

Mi soledad ¿te acordás de esa soledad?
tristemente instalada
a veces malévola
enriquecedora, linda
auto-construc- o destruc-tiva.

Esa soledad pasa de ser algo terrible
a convertirse en un escenario de fondo
a veces desierto
a veces habitado
por voces, confesiones, metejones
risas, caricias, albricias
llantos, ahogos en vasos, aplausos

pero por primera vez
esa soledad
es parte de todo
es aceptada, elegida en libertad
nadie a quién culpar
no es allá afuera digo,
está aquí, es parte de mí.

viernes, 1 de octubre de 2010

Cómo gasto teclas recordándote

Y cómo pasa el tiempo que de pronto son años...
que vuelvo caminando de vuelta a casa y veo mi reflejo en una vidriera
y ahí estoy enorme, blanca, alta, rubia
No se llega a ver pero por ahí está mi primer pelo blanco
No se distinguen pero ahí están las primeras líneas permanentes que rodean mis ojos, que ríen conmigo o le marcan el camino a seguir a mis lágrimas o le avisan al mundo si dormí poco
No se siente pero ahí está mi piel, más seca o manchada, pero que toca día a día otras pieles, brindándose y rejuveneciéndose
No se entiende pero ahí estoy sonriendo, sonriéndole a mi reflejo, mi recuerdo, mi resultado (o el de otros), mi construcción (o la de otros), mi hoy
Le sonrío al único momento en el que me puedo ver desde afuera, y aunque así fuera, faltan esos detalles
Falta el olor de mi pañuelo y los olores de cuellos en los que respiré
la suavidad de mis labios y los labios que besé
el color de mis ojos y los de los ojos que no puedo olvidar
la música que llena mis oídos y la frecuencia de mi corazón...

martes, 7 de septiembre de 2010

Evolución

Un mes de trabajo cumplido. Un mes de todos los días colgarme el estetoscopio de los oídos, para escuchar cosas que aún no sé curar, para luego al salir, colgarme los auriculares, para escuchar música armónica, que funciona bien, al volver a casa. Un mes de tocar cuerpos, pulsos, ganglios, panzas... para luego volver a casa y tocar las cuerdas de la guitarra, intentando en ambas situaciones superarme, sacar algo bueno de mis sentidos. Un mes de escuchar historias, penosas en su gran mayoría; venidas de lejos, de países limítrofes, para comprender el entorno del paciente... para poder abarcarlo entero... para luego volver a casa y no querer escuchar más historias, al menos las de las noticias...
Realmente la medicina es un arte. Es totalmente equiparable. Es el arte de ordenarse, de orientarse, de enfocarse, de meterse en el cuerpo del otro, de aprender a tocar y escuchar, de aprender a funcionar bien. El arte de hablar, saber expresarse, de hacerse entender, que la madre del niño logre entender cómo medicarlo al volver a casa... el arte de conectarse, de compartir sonrisas y cuentos de conejitos adentro de las orejas, de llenarse de felicidad cuando el paciente se va del hospital más sano...
Y en el medio estoy yo. Intentando alimentar ese arte, que ya estudié, que me falta seguir estudiando. Que me satura, que me hace escapar de una guardia 3 de la mañana en medio de una historia clínica eterna a la vereda, a respirar nicotina, a caminar una cuadra, y volver. Que me hace cabecear al volver en colectivo a casa, y pasarme de parada. Que me hace sacarle sonrisas a mis compañeros con comentarios que promedian la medicina con mi humor ("-Pero che, mirá lo que es este pollo de flaco, no tiene una sola hormona. -Es que la mamá gallina fumó durante el embarazo..."). Que no me deja terminar un libro que empecé, que no me deja ganas de seguir escribiendo en casa por el automatismo de lo que es escribir historias y evoluciones... Pero acá estoy. Escribiendo, con ganas. Empezando un camino nuevo. Si desaparezco, sepan disculpar las molestias. Mi nombre real y mi nombre acá van bien conmigo: volviendo a nacer todo el tiempo, e intermitentemente.

lunes, 30 de agosto de 2010

La lección de astronomía

Un hombre giraba alrededor de
una mujer con órbita inestable.
El apogeo era cuando
conseguía tomar sol a su paso
o podía –por un rato– meterse
debajo de sus alas
a la sombra de sus ojos
al calor de sus sábanas.

El perigeo (o cualquiera fuera el
nombre técnico) era todo lo demás:
consultar el almanaque y la
tabla de mareas, rodar frío
como una bolita de vidrio
por los espacios estelares
entre corazones.

Un hombre vivía enamorado
de una mujer que lo miraba pasar
como a las nubes sobre su cabecita.
El soñaba cada noche con
eclipse de sol, cada día con
eclipse de luna,
cada vez se le movían más el
eje de rotación y el equilibrio.
Estaba enfermo de intemperie.
Hasta que un día –perdido por perdido–
se salió de órbita con un
golpe sin ley ni permiso de la física
y se dejó caer sobre ella
con la gravitación soberana
del destino.

El hombre gira perdido ahora
dentro de una mujer que
no lo reconoce del todo.
Lo busca en el cielo o sus
alrededores, pero él golpea
desde la cárcel de sus costillas,
no la deja dormir.
Convirtió la órbita
en su pulso acelerado.

Un hombre giraba alrededor
de una mujer, con órbita inestable y
sin saber de astronomía.
Hoy navega su sangre
río arriba, trepa por el pulso
y espera hacer escala
cuando llegue, instalarse
como un trompo
en su corazón, girar ahí
siempre.

Juan Sasturian

domingo, 1 de agosto de 2010

Saliendo de la espiral obsesión



-¿Por qué estás tan rarita? -me preguntaba, hablando con un palillo en la boca, como siempre.
-Qué te importa -le digo antes de contarle todo, de principio a fin, acabando con-: Y lo peor es que me he vuelto a obsesionar con David. Creía que se me había pasado, pero no hago más que acordarme.
-Date seis meses más -me aconseja-. Y ya verás cómo se te pasa.
-Ya me he dado doces meses, Richard.
-Pues date seis meses más. Suma meses, de seis en seis, hasta que se te pase. Estas cosas llevan tiempo.
Resoplo sonoramente por la nariz, como un toro.
-Glotona, escuchame -me dice Richard-. Un día de éstos vas a recordar esta época de tu vida como un dulce momento de tristeza. Entenderás que, estando de duelo y teniendo roto el corazón, estás en el mejor sitio posible para cambiar tu vida.
-Pero es que lo quería de verdad.
-Pues mira qué bien. Querías a no sé quién. ¿No sabes cómo funciona ese tema? El tipo ese te ha tocado una parte del corazón que ni sabías que tenías. Vamos, te ha dejado tocada, nena. Pero ese amor que has sentido no es más que el comienzo. Casi ni lo has probado. Es sólo un amor mortal, pobre y chapucero. Ya verás cómo eres capaz de amar mucho más profundamente. Caramba, Glotona, un día llegarás a querer al mundo entero. Ése es tu destino. No te rías.
-No me estoy riendo -le dije llorando-. Y, por favor, no te rías de mí, pero creo que no consigo olvidarme de este tipo porque estaba convencida, en serio, de que David era mi alma gemela.
-Y probablemente lo fuera. Lo que pasa es que no sabes lo que eso significa. La gente cree que un alma gemela es la persona con la que encajas perfectamente, que es lo que quiere todo el mundo. Pero un alma gemela auténtica es un espejo, es la persona que te saca todo lo que tienes reprimido, que te hace volver la mirada hacia dentro para que puedas cambiar tu vida. Una verdadera alma gemela es, seguramente, la persona más importante que vayas a conocer en tu vida, porque te tira abajo todos los muros y te despierta de un portazo. Pero, ¿vivir con un alma gemela para siempre? Ni hablar. Se vive demasiado mal. Un alma gemela llega a tu vida para quitarte un velo de los ojos y se marcha. Gracias a Dios. Pero a ti no te da la gana soltarlo. Esa historia se acabó, Glotona. La función de David era darte una sacudida, sacarte de ese matrimonio que no funcionaba, machacarte un poco el ego, hacerte ver tus obstáculos y adicciones, romperte el corazón para que te entrara la luz y desesperarte y hacerte descontrolar tanto que no te quedara más remedio que cambiar tu vida y luego presentarte a tu maestra espiritual y largarse con viento fresco. Ése era su cometido y lo ha hecho a la perfección, pero ya se acabó. Y a ti no te da la gana archivarla como una relación corta y punto. Eres como un perro en un basural. Vas a chupar una lata a ver si le sacas algo de alimento. Como que sigas así, se te va a quedar el hocico metido en la lata y la vas a pasar mal. Así que olvídate del tema.
-Es que lo quiero.
-Pues quiérelo.
-Es que lo hecho de menos.
-Pues échalo de menos. Mándale luz y amor cuando te acuerdes de él y olvídate del tema. Te da miedo deshacerte de los últimos trocitos de David, porque sabes que te vas a quedar muy sola... y a Liz Gilbert le da pánico plantearse lo que puede pasar si se queda sola. Pero tienes que entender una cosa, Glotona. Si liberas el hueco que tienes dedicado a obsesionarte con ese tipo, te va a quedar un vacío en la cabeza, un espacio abierto, una puerta. ¿Y a que no sabes lo que va a hacer el Universo con esa puerta? Pues entrar por ella. Dios va a entrar en ti y te va a llenar de un amor que no has visto ni en tus mejores sueños. Deja de usar a David para bloquear esa puerta. Olvídate de ese tema.
-Pero me gustaría que David y yo...
-¿Lo ves? Eso es lo malo que tienes -me interrumpe-. Te gustan demasiadas cosas. Menos "gustar" y más "buscar", nena, que vas de culo y cuesta abajo.
Esa frase me hace soltar la primera carcaja del día. (y a mí también, con lágrimas en los ojos)
-Pero, ¿cuánto voy a tardar en dejar de sufrir?
-¿Quieres que te de una fecha exacta?
-Sí.
-¿Qué quieres? ¿Marcarla con un círculo en un calendario?
-Sí.
-Te voy a decir una cosa, Glotona. Eres una manipuladora obsesiva. (...) Eres una adicta al control. Dale. ¿Nadie te lo ha dicho nunca o qué?

en Comer Rezar Amar, de Elizabeth Gilbert

Saliendo del medio del miedo

Cada noche, después de cenar, veía la misma película. Conocía los distintos matices del film, incluso cada palabra de los diálogos con su entonación exacta.
Se preguntaba: ¿Cómo aprender algo nuevo después de tantos años de repeticiones? ¿No sería aquello una metáfora de su vida, prisionero en una pequeña jaula mental de la que no se atrevía a salir por miedos acumulados? ¿Por qué no empezar a ver otra película distinta? ¿Por qué no salir de ese guión repetitivo?
-Si salgo de este encierro me haré visible y las cosas dejarán de ser previsibles. Quiero tenerlo todo bajo control.
Los muertos lo tienen todo controlado...

Alejandro Jodorowsky