domingo, 18 de enero de 2009

Me estoy dando cuenta...

No puedo decir exactamente de qué. Pero me pasa ultimamente que leo cosas que están completamente relacionadas, sin saberlo de antemano. Por ejemplo, terminé 1984 hace unos días y eso me llevó a revisar las hojas de Modernidad Líquida instintivamente, lo juro... y entreví el individualismo hacia donde estamos yendo.
Otro ejemplo, me fui cruzando con unos textos sobre la mujer... y todos apuntan a lo mismo. Creo. Pero no lo puedo poner en palabras... Se los comparto.


En épocas remotas, las mujeres se sentaban en la proa de la canoa y los hombres en la popa. Eran las mujeres quienes cazaban y pescaban. Ellas salían de las aldeas y volvían cuando podían o querían. Los hombres montaban las chozas, preparaban la comida, mantenían encendidas las fogatas contra el frío, cuidaban a los hijos y curtían las pieles de abrigo.
Así era la vida entre los indios onas y los yaganes, en la Tierra del Fuego, hasta que un día los hombres mataron a todas las mujeres y se pusieron las máscaras que las mujeres habían inventado para darles terror.
Solamente las niñas recién nacidas se salvaron del exterminio. Mientras ellas crecían, los asesinos les decían y les repetían que servir a los hombres era su destino. Ellas lo creyeron. También lo creyeron sus hijas y las hijas de sus hijas.

De Memoria del fuego/Los nacimientos, Eduardo Galeano


Me llevo un paquete vacío y arrugado de cigarrillos Republicana y una revista vieja que dejaste aquí. Me llevo los dos boletos últimos del ferrocarril. Me llevo una servilleta de papel con una cara mía que habías dibujado, de mi boca sale un globito con palabras, las palabras dicen cosas cómicas. También llevo una hoja de acacia recogida en la calle, la otra noche, cuando caminábamos separados por la gente. Y otra hoja, petrificada, blanca, que tiene un agujerito como una ventana, y la ventana estaba velada por el agua y yo soplé y te vi y ése fue el día en que empezó la suerte.
Me llevo el gusto del vino en la boca. (Por todas las cosas buenas, decíamos, todas las cosas cada vez mejores, que nos van a pasar).
No me llevo ni una sola gota de veneno. Me llevo los besos cuando te ibas (no estaba nunca dormida, nunca). Y un asombro por todo esto que ninguna carta, ninguna explicación, pueden decir a nadie lo que ha sido.

De Vagamundo y otros relatos, Eduardo Galeano


"A veces hablabas del amor de un modo que demostraba que se trataba de una experiencia personal. Te veo sentada en el crepúsculo de una tarde de invierno, con los dedos extendidos ante el fuego, contemplándolo fijamente y diciendo: "No, Stephen; no empieza así; no es cuando dos personas se sienten atraídas, sino en el momento en que comprenden que son distintas, tan distintas que resulta terriblemente doloroso, casi insoportable. Es como el polo Norte y el polo Sur. Es imposible estar más alejados, pero al mismo tiempo no puede haber dos puntos más cercanos en la superficie terrestre, porque entre ambos existe un eje y todo gira a su alrededor."

De El mundo al atardecer (fragmento), Christopher Isherwood


“Mira muchacho —me dijo— la vida de un hombre no es más que la búsqueda de una mujer. Fíjate que digo ‘una mujer’ y no ‘cualquier mujer’. Y por ‘una mujer’, muchacho, me estoy refiriendo a una de “única”. El problema está en que el hombre siempre queda con la duda de si la mujer que encontró, si es que encuentra alguna, es esa ‘una mujer’ que estaba buscando. Yo ya estoy viejo y he descubierto una fórmula infalible para saber si la mujer que uno encontró es la ‘una mujer’ que estaba uno buscando...”
El viejo se detuvo a ver hacia todos lados, como temiendo que alguien más lo escuchara. Yo sentí que algo muy importante estaba a punto de serme revelado, así que puse cara de circunstancia y saqué discretamente un papelito y un lapicero para tomar nota, no fuera a ser que se me olvidara la fórmula (de por sí batallaba mucho con las matemáticas). El viejo carraspeó y, sin poner atención en mi papelito y mi lapicero, me confió:
“Si tú le dices a una mujer que te duele una muela y ella, en lugar de mandarte al dentista o darte un analgésico, te abraza y deja que recuestes la mejilla en sus pechos, entonces, muchacho, esa mujer es la ‘una mujer’ que andabas buscando...”

Fragmento de una carta del Subcomandante Marcos a Sabina

6 comentarios:

Xavier dijo...

Es que todo tiene que ver con todo. Existen oportunidades en donde uno se cruza con cosas porque el destino simplemente quizo que sea así. Lo interesante es darnos cuenta qué hacer con todo eso. Lo ideal sería que, con todas las cosas que nos cruzamos, podamos recolectar pequeños retazos de un mundo mucho más grande que nos espera para ser descubierto.

Endocimia dijo...

no coincido con lo ultimo, si un hombre elije una mujer que le ofrece su pecho para que él solo se recueste está buscando una madre y no una mujer.
pero igualmente es un bello texto.

en blanco dijo...

“Sin salir por la puerta
se puede conocer el mundo.
Sin mirar por la ventana
se puede conocer el camino del cielo.
Cuanto más lejos se va,
tanto menos se aprende.
Por eso el sabio
sabe sin desplazarse.
Entiende sin ver.
Realiza sin hacer.”

(Lao Tsé)

Ivanchink dijo...

Acabo de terminar de leer Modernidad Liquida, creo que es el polo opuesto a 1984. Lo que muestra Orwell es el no va más de la solidez al extremo. En cambio Bauman intuye ese polo totalmente contrario de individualidad y que justamente en su extremo se toca con su contrario. Y digo que se tocan porque en esos extremos es donde el significado de lo humano se desvanece, en las latitudes cero tanto de la sociedad atomizada como de la panoptica el hombre se paraliza, sea por terror o por indiferencia. En esos extremos es donde la realidad destruye, en cambio en una sociedad normal estamos rodeados de pequeñas mentiras que nos ayudan a seguir adeltante, creando, manteniendo esperanzas, etc. Como dijo Nietzsche "tenemos arte para no morir de la verdad".

Luciérnaga dijo...

Fede, qué bueno tu aporte. Muy de acuerdo con los extremos y el miedo-terror. Moviéndolo de contexto, es como si supiéramos que está "mal" estar en un extremo... y por eso nos acompaña el miedo... miedo a cambiar, a dar el brazo a torcer, a perder poder, a "perder" a alguien...

Te debo el mail aún, no me olvidé!

Edu dijo...

Orwell dibujo un futuro que es hoy realidad, pero mas subliminal, lo unico que en 1984, no tenia un Subcomandante Marcos.
Saludos.