martes, 14 de octubre de 2008

Amar y flirtear

"Amar y flirtear" es el título del libro que me atrapó hace unos meses.. y que hoy vuelvo a abrir y a releer. La autora es Sandra Russo, y aquí me pongo a transcribir partes que me gustaron..

Estoy rodeada de mujeres que están hartas de ser fuertes. Eso ya no parece una elección. Es una orden. Esas mujeres están hartas de tener que llevar sus propias cuentas. Están hartas de manejar el auto. Están hartas de hacerse compañía entre ellas y de pasarlo razonablemente bien. Les gustaría pasarlo bien con un hombre, pero sus relaciones naufragan como si el cuento de la media naranja existiera y ellas fueran medias naranjas que siempre salen con medios melones, con medios zapallos, con medios perejiles. Esas mujeres están hartas de su autosuficiencia. Y cederían alguna alhaja, si es que la tienen, a cambio de una etapa Doris Day.

Y los varones. Pobres varones. Les han movido el piso y ellos oscilan entre hacerse las manos en la peluquería y opinar que Beckham es un maricón. Muchos de ellos han devenido en postadolescentes que, sueltos o en pareja, no tienen la menor idea de lo que quieren. Sólo saben que lo que tienen, no es. Sea lo que fuere. Asunto concluido: el clásico no sos vos, soy yo. Ahora son ellos los románticos, y aspiran a que un flechazo de la hostia los precipite sobre una mujer y los convenza de que ninguna otra es necesaria. Las mujeres remamos por amores perdurables, mientras ellos elaboran una serie de estrategias deplorables para evitarnos, después que la pasión ha mermado una alícuota, o apareció en escena alguien que les pareció deseable.

Eso es lo que se ve. Es de lo que se habla. Ya forma parte de ciertos clichés urbanos sobre los que giran series de televisión y libros que se venden mucho. (…) ¿Qué fantasmas nos atacan, qué abandono percibimos, a qué cuota de dolor o de azar estamos dispuestos a arriesgarnos para establecer con alguien del sexo opuesto un vínculo importante?.

Nadie sabe qué tan femenino puede ser un hombre ni qué tan masculina puede ser una mujer. Sabemos que contenemos nuestro opuesto, es una vulgata que se confirma a diario, cuando ellas dan órdenes si son jefas en sus trabajos, o cuando ellos lloran en el cine. Esas conductas no son inesperadas sino más bien todo lo contrario: son las conductas que prevé la época para sujetos de ambos géneros que llevan incrustradas en sus emociones huellas ancestrales y ejemplos paternos y maternos en contrario.

Todo es cultural, decimos. Y es fácil sacarle el velo a cualquier estrategia de relaciones afectivas y observar los hilos de cada época operando en esas circunstancias íntimas. Pero lo real es que ésta es la cultura en la que transcurrirán nuestras vidas, y esa cultura, entre sus permanentes malestares, incluye la de no dotar a las personas de roles fijos ni rígidos. A eso lo hemos denominado libertad. Vaya palabra para nombrar algo que si bien nos ha sacado un peso de encima, nos ha tirado por la cabeza la tarea de decidir por nuestra cuenta absolutamente todo.

"¿Qué quiero?" podría ser una de las preguntas claves de estos tiempos. Una pregunta agobiante.


¿O no?.


Débora Tannen, en Tú no me entiendes, dice que las mujeres crecemos conversando para ganarnos amigas, de modo que desarrollamos la charla como el hilo imprescindible que va cosiendo nuestros vínculos, mientras los hombres crecen jugando, compartiendo acciones con otros varones. Y yo creo que es cierto que las mujeres nos aferramos como locas a las palabras. ¿O qué es el romanticismo?.


(...)


"Dos se hacen compañía. Tres, son una pareja".

Tuc. Puedo recordar cómo crujió mi inconsciente con esas palabras. Culturalmente estamos inclinados a asociar el triángulo amoroso con la infidelidad. Pero casi todas nuestras asociaciones vinculan el triángulo con una pareja en la que uno de sus miembros sigue respetando un contrato de exclusividad, mientras el otro no sólo acepta que su deseo se ha deslizado a otro cuerpo, lleva a cabo la operación física (tiene sexo) que le da satisfacción. Así mirado, podríamos suponer que lo que no perdona la víctima de la infidelidad es que el otro se haya satisfecho por sí mismo, que no haya tenido la misma capacidad de insatisfacción.

Pero también pensé en otro tipo de infidelidades, porque el ensayo de Phillips (Adam Phillips, "Monogamia") de algún modo se excusa en las relaciones amorosas para hablar de otra suerte de flirteo, el intelectual.

3 comentarios:

Ale dijo...

No sólo se trata de preguntarse "¿qué quiero?". Me gustaría ensancharla y decir "¿qué quiero realmente en un mundo así?"

Pero definir un "mundo así" requiere unos mates, más que comentarios.

¿Tomás amargos vos?

Luciérnaga dijo...

"Las mujeres tienen que estar enamoradas todo el tiempo. Siempre alguien les tiene que gustar (no importa si es el chico para ella o no) importa que haya alguien de quien hablar con sus amigas, alguien por quien llorar, alguien en quien pensar.
Necesitan vivir en romance y sentir que son protagonistas de una historia de amor. Ya sea siendo la novia perfecta, o la amante olvidada.
Por eso son de enamorase más veces que el hombre, lo que las lleva también a cometer más errores.
Luego encuentran pareja, se ponen de novias, se casan y demás. Pero esto no significa que no necesiten más vivir en romance o seguir sintiéndose deseadas por un hombre.
Por eso las mujeres son las que más se quejan del estancamiento del hombre cuando ya se consagró la pareja.
Este descuido masculino es peligrosísimo. Los hombres se olvidan que las mujeres necesitan vivir en romance y sentirse protagonistas de su historia todo el tiempo, ya sea en el principio, para tratar de conquistarlas, como después. Y si esto no pasa…lo encontraran fuera de la pareja.
No creo que las mujeres en su mayoría sean infieles por una cuestión sexual o de inseguridad (como el hombre) ellas son más de buscar ese romance, ese enamoramiento, esas cosas lindas del comienzo de la relación, alguien que las haga sentir especiales nuevamente. Algo que los hombres descuidan, porque para ellos, ya no tienen mucho sentido al consolidarse la relación (fatal error)."

Luis, en http://skue-pop.blogspot.com/2009/01/mujer-infiel.html

Anónimo dijo...

gracias