miércoles, 8 de octubre de 2008

De estreno

Introducción a Las Nuevas Soledades, de Marie-France Hirigoyen


Me gusta perderme en las luces de la noche.

Allí me invento nuevas soledades.

Nuevas vidas.

Cuando ya no me interesa nuestro mundo.

Cuando los hombres me resultan definitivamente previsibles.

Cuando ya no tengo ganas.

De luchar.

Y de soportar la indiferencia.

Los tiempos cambian.

Pero el presente se parece extrañamente al pasado.

Ven a esconderte en las luces conmigo.

Ángel mío…

Te amo.

Y te dejo.

Aquí.

Gaetan Hochedez,

http://flash.zeblog.com/


No cabe duda de que el incremento de la soledad constituye un fenómeno social que se desarrolla en todos los países ricos del planeta, especialmente en las grandes ciudades. Pero si la soledad forma parte de la historia de la humanidad, con el paso del tiempo ha experimentado una profunda transformación. Por exceso o por defecto, la relación con el otro se ha convertido en el tema de preocupación fundamental de nuestra época. A la vez que vivimos en una era de comunicación y las relaciones entre los individuos son permanentes, e incluso invasivas, numerosas personas tienen un sentimiento doloroso de soledad. Y simultáneamente otras, cada vez más numerosas, optan por vivir solas.

Nos encontramos ante una paradoja: un mismo término remite al mismo tiempo al sufrimiento y a una aspiración de paz y libertad. Por un lado, se nos dice que la soledad es uno de los males de nuestro siglo y que hay que crear a cualquier precio vínculos y comunicación; y por otro, se nos predica la autonomía. No obstante, a pesar del individualismo de nuestros contemporáneos, la soledad sigue arrastrando una imagen negativa, que ignora la importancia de la interioridad. La mayoría de las veces se considera que permanecer solo es una especie de consecuencia de un fracaso relacional, o, si produce la apariencia de una elección, se percibe como un camino garantizado al ascetismo y la desdicha.

Ante una persona sola, cualquiera de nosotros proyecta su propia percepción de la soledad y, en lugar de que este término corresponda simplemente a la descripción de un hecho, se convierte en un juicio. Como antaño el destierro de una comunidad, la prescripción de soledad es con frecuencia la amenaza de un marido violento a la mujer que intenta escapar de sus manos: “Si me dejas, te quedarás sola. Nadie querrá saber de ti!”. Especialmente, son los que no viven solos, sin duda porque no lo soportarían, quienes tienen la visión más negativa de la soledad. Sólo conocen el aislamiento de las personas mayores o los excluidos, o el de los enamorados rechazados.

Aun cuando el celibato se ha puesto “de moda”, la pareja, oficial o no, sigue siendo la norma. Los medios de comunicación pregonan las “nuevas parejas”, el amor y las vías fáciles a la felicidad. Pero apenas hacen el recuento de las frustraciones, porque los vínculos amorosos se han vuelto más complejos, y el número de separaciones y divorcios no deja de crecer. La autonomía de las mujeres ha implicado un cambio importante en las relaciones hombre/mujer y una precarización de los lazos íntimos y sociales. Actualmente, hombres y mujeres zigzaguean entre su necesidad de amor y su deseo de independencia. En efecto, muchas mujeres, a partir del momento en que teóricamente obtuvieron una autonomía financiera y sexual, rechazan sacrificar su independencia a cambio de la comodidad de la vida en pareja. El resultado es que la pareja tradicional desaparece y las nuevas parejas que ocupan su lugar son cada vez menos fusionales y cada vez más efímeras...



Bienvenidos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me parece que sos una geniaaa..!!!jaja ..muy bueno el blog.. saludos