jueves, 4 de diciembre de 2008

Querido García Márquez,

Hoy vi la película basada en tu libro El amor en los tiempos del cólera y si bien volví a llorarte cual adolescente que se identifica con el amor imposible, te escribo porque hay una línea que me mató escuchar y que la fui a buscar al libro para corroborarla... no lo podía creer.
"Aprovecha ahora que eres joven para sufrir todo lo que puedas -le decía (Tránsito Ariza a Florentino)- que estas cosas no duran toda la vida."
¿Por qué hay cosas tan simples que en el momento no podemos verlas?.
Leí tu libro en plena adolescencia, y no recuerdo que esa frase haya mellado mi mente. Pero ahora, creo ya saliendo de esa etapa y sintiéndome a veces un poco más evolucionada, esa frase se cae de madura y me digo "de haberla sabido antes... me hubiera ahorrado lágrimas y días grises" pero me recuestiono y pienso... ¿no será que todo funciona así? ¿que todos funcionamos así?.
Ahora que sé que "ésto también pasará", que "estas cosas no duran toda la vida", ¿qué hago?, es horrible saber que tanto las cosas buenas como las malas tienen un final, es deprimente y no sé si voy a poder sacármelo de la cabeza. De un tiempo a esta parte a veces tengo la sensación mientras estoy pasándola bien, que es éso y nada más; que cuando tengo ganas de seguir llorando hasta quedarme seca sintiendo que nada tiene sentido son simples ganas que se agotan con el correr de los minutos... ¡todo es efímero! ¡estoy indignada!.

Te mando saludos, gracias por hacer que me ponga a pensar y que la angustia me invada por no poder obtener respuestas que me satisfagan.

Natalí

6 comentarios:

Luciérnaga dijo...

Me autorespondo: "Todo pasa y todo queda...". Gracias Achu.

Ale dijo...

a lo mejor te contesta en otro libro... abrá que releerlos a todos

Ivanchink dijo...

También sería horrible saber que tanto las cosas buenas como las malas nunca tengan final, seria insoportable. Los dos extremos son horribles, puede que la unica alternativa que quede sea vivir lo efimero como si fuera eterno. Cada momento está fuera del tiempo, son nuestros propios prejuicios los que necesitan contextualizarlos y darle un sentido. Como el silencio, si se lo nombra desaparece.
Je, me puse filosofante. Disculpe. Veo que enlazaste a mi blog! Por cierto tambien tengo otro (este apolítico) en el que también iba colgando fragmentos y citas de esta indole: http://omuskin.blogspot.com/
Saludos!
Fede Vardé

Anónimo dijo...

No se bien quien es el autor, lo he encontrado a nombre de varios.
Pero recuerdo haberlo leido hace tiempo y me marco bastante.



"Esto también pasará"
Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:
- Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total...
Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.

El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:

-No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje –el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey-. Pero no lo leas –le dijo- manténlo escondido en el anillo. Abrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación-

Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino...

De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso:
Simplemente decía “ESTO TAMBIEN PASARA”.

Mientras leía “esto también pasará” sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.

El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.

El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:

-Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.

-¿Qué quieres decir? –preguntó el rey-. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.

-Escucha –dijo el anciano-: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Esto también pasará”, y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado.

Entonces el anciano le dijo:

-Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.

Luciérnaga dijo...

Ese cuento... como anillo al dedo! (lo conocía, gracias por compartirlo!)

Heyner dijo...

sera q el sufrimiento pasará algun día???